Erase una vez una chica que encerrada en sí misma, soñaba con salir al exterior y disfrutar de lo que otros disfrutaban, pero no había nadie que la ayudara a salir y como si en unas arenas movedizas estuviera encerrada se hundía cada vez que intentaba salir, mas y mas se hundía y casi no podía respirar. Un día un hombre que por allí pasaba la oyó gritar y se acerco a ver qué pasaba, la ayudo a salir y juntos recorrieron todo lo que ella nunca vio ni experimentó. Todo era nuevo para ella y pensó que esto duraría para siempre, que la felicidad que sentía seria eterna, nunca más se sentiría sola. Pero un día como cualquier otro ese hombre se fue, desapareció de su vida, nada le quedaba y en si misma se volvió a encerrar. Esta vez fue peor que ninguna otra ya que después de haber descubierto lo feliz que podía llegar a ser se hundía más rápido sabiendo que nunca mas volvería esa felicidad, todo había desaparecido. Nunca volvería un caballero a salvarla de las arenas que la iban engullendo. Pasaron los días y las arenas se la tragaban cada día mas rápido, su tristeza pesaba más de lo que ella podía luchar, un día dijo que no servía de nada seguir luchando. Para que luchar si, la lucha ya está perdida, estaba condenada a la tristeza y al sufrimiento, entonces dejo de luchar y las arenas la engulleron por completo. Durante años viajo entre esas arenas, sin llegar a morir ni a estar viva, hasta que un día supo que no quería seguir allí y lentamente renuncio a respirar y se hundió todavía más y allí en ese estado de muerte impuesta, vive sin saber cuándo será el día que realmente la muerte venga a por ella.
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